El caso del Hotel Imperial
de Franco Vaccarini
En la Terminal de Ómnibus de Rosario me tomé
un taxi, directo al bar El Cairo. Allí, en una de las mesas más alejadas -el
bar es grande como una cancha de fútbol- me esperaba el inspector de policía
Augusto Corneta. Tenía la nariz chata, como deshuesada. Era ancho y de modales
corteses: ese tipo de cortesía que puede tener un oso melero al que acaban, de
picarlo quince abejas. Mi cliente, uno de los socios del Hotel Imperial, me
había recomendado verlo ya que ambos estaríamos investigando el mismo caso: los
robos de dinero en efectivo a los pasajeros del hotel, cuando se ausentaban de
sus habitaciones. Salvo Corneta nadie más debería saber quién era yo. El
cliente me había facilitado cinco mil pesos marcados para usar de carnada en
cuanto tuviera un sospechoso firme.
—¿Usted es Emilio Alterno, el querubín
que viene de Buenos Aires a solucionar nuestros problemas? —me recibió Corneta,
áspero. —El mismo, inspector. —La policía rosarina no lo necesita, sépalo.
—Viviré con esa cruz, lo sé. Sabía que el inspector era un hincha fanático de
un club rosarino al que los entendidos llaman La Lepra, así que saqué mi as de
la manga. —¿Y cómo andan los leprosos? El hombre suspiró, elevó los ojos y
dijo: —Estamos mal, como este muchacho, que tuvo tardes gloriosas en nuestro
club, el Misil Masantonio, un delantero que tenía un potente disparo con la
derecha.
Hace tiempo que es noticia porque está
en la lona, y ahora lo desalojan de su vivienda, no puede pagar ni el alquiler
—dijo mostrándome un ejemplar del diario La Capital, con una gran foto de
Masantonio. Simulé una pena honda y mentí: —Yo soy leproso desde la cuna,
Cometa. El tipo se derritió. Hablamos media hora de fútbol y hasta me pagó el
café. Nos despedirnos como hermanos, con un abrazo.
Caminé hasta el hotel y pedí un cuarto.
El conserje, un muchacho de ojos diminutos y orejas rosadas, me preguntó:
—¿Paga con tarjeta o efectivo? En este momento, las tarjetas están suspendidas.
—¿Entonces? —Puede pagar con efectivo. —Muchas gracias. Siempre es bueno poder
elegir, para eso es la democracia. —Acá acostumbramos a cobrar el día por
adelantado. —Más democracia, eso es bueno. Le pago una semana. Dejé el bolso en
el cuarto y bajé a la confitería, en una mesa con vista a la conserjería.
Durante los días siguientes esa mesa fue mi atalaya: miraba el movimiento de
pasajeros que iban y venían. Noté que algunos pagaban con tarjeta de crédito,
al irse. Y otros, como yo, en efectivo y adelantado.
Patrullaba los pasillos con sigilo, iba
al bar, al cuarto, a los pasillos, al bar, al cuarto. Conocí los turnos de los
conserjes, los camareros, las empleadas de limpieza. Para ellos yo sería un
tipo algo aburrido y un poco curioso. Tenía que simular alguna actividad que
justificara mi estadía, así que me ausentaba algunas horas y me dedicaba a
recorrer la peatonal, l as librerías, la costanera; y la costanera, las
librerías, la peatonal. Comí pacú en un restaurante de barrio. Lo llamé a
Cometa para pedirle el horario de los diez robos. Me citó en El Cairo, habló
una hora de fútbol y me dio la estadística. Comprobé que ocho robos fueron en
horario nocturno y dos por la tarde. Hablé por teléfono con mi cliente y le
pedí una lista de todos los empleados del hotel y los horarios en que habían
trabajado desde el primer robo a la fecha. Me la mandó por correo electrónico.
Un tal Freston había estado de turno cada una de las noches en que se robó; y
había reemplazado a un compañero ausente las dos tardes.
Un caso sencillo, hasta ahí. Solo un
inspector como Cometa podría no haberlo resuelto antes. Freston era el conserje
nocturno. Esa noche, simulé una conversación por el celular, cerca de sus
orejas: "Sí, te espero en el bar del hotel, venite en una hora y ahí te
doy los cinco mil pesos en efectivo que tengo en la valija". Freston desapareció.
A través de los pasillos apenas iluminados me fue sencillo seguirlo: entró a mi
habitación. No necesitaba ver más. Llamé a Corneta para que estuviera atento y
cerca, le dije que ya tenía al pez en el anzuelo. Poco después, Freston volvió
a su puesto, hizo una llamada, le pidió a un camarero que lo reemplazara y
salió del hotel. Lo seguí. No fue un paseo largo: entró a un barcito sucio que
se llamaba Mala Muerte. Se encontró con un sujeto que tenía un vago aire
familiar. Le avisé al inspector, que llegó en cinco minutos. Freston ya le
había dado el sobre con mis billetes marcados al desconocido. En cuanto Cometa
los vio, se puso pálido. Los detuvo, pero con lágrimas en los ojos. No tardé en
enterarme de que el hombre a quien Freston le dio el dinero era el Misil
Masantonio. "Está en la miseria", me dijo Cometa. Freston, fanático
leproso, sabía desde tiempo atrás que su ídolo estaba fundido, así que robaba
para ayudarlo y, de paso, ayudarse a sí mismo: tenía un frondoso prontuario,
como se dice en la jerga policial. El Misil fue liberado de inmediato; no había
cometido ningún delito.
El inspector Cometa decidió organizar
una colecta en su beneficio y comenzó conmigo: le dejé unos pesos. Pongo las
manos en el fuego por él: Cometa será un mal inspector, pero jamás se quedaría
con algo que no le pertenece. Todavía me quedaba un enigma. Le pregunté a mi
agradecido cliente por qué a algunos pasajeros se les permitía el uso de la
tarjeta de crédito, al irse, y a otros solo efectivo y por adelantado. —Por la
cara, Emilio —me respondió. —Es una buena estrategia, pero algo desprolija —le
dije. No me ofendí para nada. Nadie como yo para hacerse el tonto.
Use este libro para estudiar
ResponderBorrarIgualmente
Borraryo lo use para mis tareas de lengua
ResponderBorrara mi con mi graduación academica ¿y a ustedes?
Borrarme ayudarias en unas cosas para mi nene?
BorrarYo para la escuela estoy en 6 jajaja
BorrarYo para la escuela estoy en 6 jajaja
BorrarHoLa UwU
ResponderBorrarHoLa UwU
Borrarhola xd
BorrarHola xd
BorrarQuien comertio los robos en el hotel
ResponderBorrarHola me pudieran hacer una sixtansis de este cuento si lo hacen les dejo mi email para que me lo pasen gracias
ResponderBorrarjoaquinbrambillanexo18@gmail.com
Muy entretenido el cuento 5 estrellas
ResponderBorrarHola me pueden decir enque parte del cuento se encuentra el sarcasmo del inspector cometa
ResponderBorrarAlguien me puede decir cuando compara los horarios de los diez robos y las de los empleados
ResponderBorrarputas que cuento de mierda
ResponderBorrarxD
Borrares por la tarea, no? 7-7
Yo estoy igual '_'
Se
BorrarEs en hechos reales???
ResponderBorrarHola me ayudam describe cual es el egnima
ResponderBorrarQue estrategia utilizo para lograr la confianza del insector
ResponderBorrarHay un error, la primera vez que mencionan el apellido del Inspector. Dice Corneta y es Cometa.
ResponderBorrarYo lo voy a usar para hacer tarea xd
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